Un, dos, tres, responda otra vez


UN, DOS, TRES RESPONDA OTRA VEZ.

La mecánica del concurso era tan sencilla como ingeniosa. Se dividía en tres partes diferenciadas: en preguntas y respuestas, en habilidades físicas y en la parte de carácter psicológico.

En la primera parte, tres parejas mixtas de concursantes tenían que responder por turnos consecutivos a tres preguntas con el mayor número de aciertos posibles, y cada uno de ellos se multiplicaba por una cantidad: 25 pesetas. Los tacañones o tacañonas cronometraban el tiempo con gran fastidio para ellos si los concursantes ganaban dinero y las secretarias, presentaban a las parejas, les llevaban la bandeja con preguntas y contabilizaban el total de respuestas acertadas y dinero ganado.

En la segunda parte, la eliminatoria, que convertía a las parejas en auténticos gladiadores, se ganaba rápidamente y a pulso las simpatías del telespectador. Por primera vez en la historia de TVE el hombre y la mujer de la calle se liberaban de su sentido del ridículo y daban ejemplo de deportividad y buen humor. Ya fueran liándose a pastelazos, parando goles en una portería imaginaria o dejándose empapar por una ducha de tinta, los concursantes entraban en el juego y, con su buen talante, conseguían que participasen con ellos millones de personas que les animaban desde el televisor.

En esta tercera parte del concurso, (la 'subasta'), se les daba a los concursantes un objeto enigmático prudentemente embalado, envuelto e irreconocible por el que se les ofrecía dinero, o bien lo que se escondiera detrás de cada una de las tres cortinas que formaban parte del decorado. Años después, la 'subasta' se perfeccionaría y a los concursantes se les llevaban tres objetos a la mesa del presentador y tenían que desechar uno, una vez desechaban un objeto con regalo se les traía otro ( o bien mediante algún humorista que hacía su número o bien era algún objeto del decorado o simplemente era algún objeto que traía un artista invitado al programa). Al final cuando ya estaban en la mesa los tres últimos objetos con regalo, los concursantes tenían que quedarse con uno, y a veces el avispado presentador les ofrecía dinero o jugar a un juego para ganar dinero a cambio de lo que escondiera ese último regalo.
Era, por lo tanto, un trueque con sorpresas en el que, al final, nadie se quedaba sin nada...

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